Bonitas:
Hace muchos años, un compañero de la universidad me dijo que cuando hablaba inglés, no podía percibir mi acento original. Él no se dio ni por enterado de que su “halago” me partió en veinte pedazos y me sirvió como fuente de inspiración para pensar quien era yo.
Recuerdo que en ese momento, además de recuperar mi acento a propósito, empecé una reflexión seria sobre mi identidad. Visité los elementos estáticos de los que ningún ser humano puede escapar y sentí un agradecimiento profundo.
Tuve la suerte de tener unos padres muy jóvenes, quienes, sin darse cuenta, rompían patrones de educación cada minuto. Nací en Colombia, un país destrozado por la guerra que me regaló la obsesión por la paz. Vine al mundo en el mes con más festivos del año y en el que se juegan los campeonatos más importantes de fútbol. Nací blanca, y no pobre ni acomodada. En mi certificado de nacimiento me identificaron como mujer y, con el tiempo, confirmé que mi sexo coincidía con mi género. Las últimas características con seguridad me evitaron los dolores de crecer en un país racista, elitista, desigual y no muy amigo de la diversidad.
Después me encontré con elementos más variables y una que otra pregunta existencial. Las ciudades en las que vivía, los viajes que hacía, los amigos que elegía, las conversaciones que marcaban un antes y un después, mi profesión, los cuestionamientos teológicos, los antecedentes políticos de mi familia y, por supuesto, mis ganas eternas de ser mamá,entre muchos otros rasgos que quería que me definieran.
Hoy, que ustedes se encuentran en la primera etapa de la construcción de su identidad, siento una responsabilidad enorme de transportarlas a través de mis cartas a sus raíces. De presentarles a quienes las hicieron y hacen posibles, de llevarlas a los lugares que me transformaron, de contarles el presente que puede que en unos años no recuerden, de explicarles el razonamiento que existe detrás de los libros que leen y la música que escuchan de fondo, de inspirarlas para que adopten algunas de mis creencias y sigan a las personas que deben guiar el paso de cualquier ser humano que quiere ser relevante y contribuir al mundo de hoy.
Deseo con todo mi corazón, que cuando estén arrugadas, miren hacia atrás con el orgullo de haber construido una identidad y una historia personal que contribuyó a cambiar el mundo.
Cuando llegue el momento, tomen y desechen mis cartas a su antojo. Son ustedes las dueñas de su vida y de lo que quieren ser.
Las amo,